Viñedo Chadwick: 21 Years of Cabernet Sauvignon from Puente Alto

BY JOAQUÍN HIDALGO | AUGUST 10, 2022

In South America, some wines tell a story while others represent an entire era. There is no doubt that in Chile, Viñedo Chadwick is one of the latter. On my last trip to the country, I had the opportunity to explore 21 chapters of that tale, from beginning to end.

Viñedo Chadwick is made in the Don Maximiano Icon Winery, built next to the historic Errázuriz facility in Panquehue, Aconcagua Valley. Pictured, the glazed tasting room stands out from the fermentation warehouse.

This particular label, Cabernet Sauvignon from Maipo Alto, is one of the wines that put Chile on the global map, dominating the scene for the past quarter century. The specific terroir, consisting mainly of old vineyards of massal selections, is an exclusive neighborhood, Puente Alto, a curious oasis of vineyards in what was once a rural community outside Santiago that has nearly been gobbled up by the rapid expansion of the metropolis.

The Polo trophy room is decorated with Alfonso Chadwick's achievements throughout his career as a polo player. The room is located in the old cavalry stables next to Viñedo Chadwick.

Eduardo Chadwick envisioned this wine in the early Nineties, while he was developing an export strategy for Viña Errázuriz in Aconcagua. This time the project would be rather more personal. The plan involved a return to a vineyard that was very close to him: Fundo San José de Tocornal, an estate of about 300 hectares, some of it already under vine, which had been purchased by his father Alfonso Chadwick in 1942. There, Alfonso Chadwick built a polo field that became legendary in the 1950s and 1960s. San José de Tocornal was partitioned during the agrarian reforms of the 1960s. Only the 25 hectares around the polo ground stayed in the family. Today, all that remains of the polo field are the wicker goals that still watch over the vines.

Chadwick Vineyard is planted on the third alluvial terrace of the Maipo River in Puente Alto. Due to years of flood irrigation, there is a layer of clay built up; the depth of the gravel soils can be appreciated in comparison with winemaker Francisco Baettig’s height. 

The Vineyard

In 1992, Eduardo Chadwick returned to the land and planted Cabernet Sauvignon on the third alluvial terrace of the Maipo River. This is an ideal location for the variety, as also seen by the success of neighbors Almaviva and Don Melchor, both of which were once part of the San José de Tocornal estate. Today, Viñedo Chadwick spans just 16.5 hectares of vineyards. Since 1999, Chadwick has bottled a Cabernet Sauvignon selecting the best grapes from these vines with, at times, the addition of no more than 3 or 4% Petit Verdot. This vertical tasting offers a fascinating glimpse into the development of the wine.

The Chadwick vineyard is located in Puente Alto, Maipo, which is a part of today's Santiago suburbs. In 1992, it was planted in the fraction that the Chadwicks kept of the Fundo San José, where the polo field used to be.

The early vintages, up to 2004, reveal a degree of uncertainty as to the style of the wine as well as the fact that the vineyard was still very young – something true of much of Chile at the time. The vintages of the next decade or so, up to 2015, speak to greater decisiveness and maturity, which really came to the fore in 2016. A keystone year, 2016 was cold and rainy, when the soils of Maipo turned perceptions of the region upside down, revealing a whole new flavor profile as well as encouraging greater precision and refinement.

From then on, Viñedo Chadwick has been a wine to be reckoned with. Although the reputation of Cabernets from Maipo has been excellent for a while, recently, clear ideas and knowledge of the terroir have raised standards even further. The 2018 and 2019 vintages achieve a level of nuance not obtained before, helped by the benevolent conditions. Meanwhile, 2020, a hot year, shows the quality of Puente Alto as well as the benefits of precise irrigation management.

Chadwick wines from the first vintage (1999) to the last (2020). The range highlights the finesse of the Puente Alto terroir for Cabernet Sauvignon and the small, stylistic winemaking adjustments throughout the years.

The main reason behind this ongoing improvement is simple: the vineyards are now 30 years old and yields have found their natural balance of about 6 tons per hectare. Where before vines were watered with flood irrigation, today drip irrigation allows precision, fine tuning and calibrated root exposure that results in well-developed pyrazines without generating jam or syrup flavors. The natural balance of Puente Alto, with its gravel soils, allows for just the right size of canopy because at 2,100 feet the light is neither overly intense nor too diffuse. Harvesting is carried out by hand.  

Viñedo Chadwick is a wine that represents two stories: Eduardo Chadwick’s return to his roots and the quest to raise the quality of Chilean wine to unprecedented heights. Any curious drinker given the chance to sample one of these 21 vintages shouldn’t hesitate: it’s been a compelling journey.

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Viñedo Chadwick: 21 años del Cabernet Sauvignon de Puente Alto

JOAQUÍN HIDALGO | 10 AGOSTO 2022

Hay vinos que son capaces de contar una historia y otros de sintetizar períodos. No hay dudas de que, en Chile, Viñedo Chadwick está entre estos últimos. En mi reciente viaje al país, tuve la oportunidad de explorar las 21 añadas de esta historia, desde su creación hasta la última.

Viñedo Chadwick se elabora en la bodega de vinos ícono Don Maximiano construida junto a la histórica Errázuriz, en Panquehue, Valle de Aconcagua. En la foto se aprecia la sala de cata vidriada que sobresale de la nave de fermentación.

Razones para elegir ese vino hay muchas. El Cabernet Sauvignon de Maipo Alto es uno de los vinos que escribieron la historia central del vino chileno en el último cuarto de siglo. Los viñedos antiguos de selecciones masales que dieron vida a esa historia están plantados en ese terroir. Y además, pertenece a un pequeño barrio de vinos icónicos de Chile en Puente Alto, un curioso oasis de viñedos que alguna vez fue una comunidad rural en las afueras de Santiago y que en los últimos años fue casi engullida por el crecimiento acelerado de la metrópolis.

El salón de trofeos de Polo conseguidos por Alfonso Chadwick a lo largo de su carrera como polista está ubicado en las viejas cuadras de caballería junto al viñedo.

Eduardo Chadwick soñó con este vino durante los primeros años noventa, cuando estaba al frente de Viña Errázuriz en Aconcagua y desarrollaba una estrategia firme para exportar. En este caso la historia tiene matices más personales. El plan era volver a reflotar un viñedo vinculado a su familia: el Fundo San José de Tocornal, unas 300 hectáreas con algunos viñedos plantados, que comprara su padre en 1942. Allí, Alfonso Chadwick construyó una cancha de polo que llegó a ser legendaria en los 50´s y 60´s. Particionado por la reforma agraria en la década de 1960, solo las 25 hectáreas que contenían la cancha quedaron en la familia.

Viñedo Chadwick está plantado sobre la tercera terraza aluvial del Río Maipo en Puente Alto. Debajo de una capa de arcillas construida por años de riego, la profundidad de los suelos de gravas se aprecia en la comparación con Francisco Baettig, enólogo.

El Viñedo

En 1992, Eduardo Chadwick retomó la historia de aquellos viñedos. Plantó Cabernet Sauvignon sobre la tercera y la cuarta terraza aluvial del río Maipo. Un suelo celestial para la variedad en la región, compartido con otros dos íconos chilenos, Almaviva y Don Melchor, en otro tiempo viñedos de San José de Tocornal. Hoy Viñedo Chadwick son sólo 16,5 hectáreas. Con las mejores uvas de esas hileras, embotella desde 1999 un Cabernet Sauvignon al que pueden acompañar con no más de un 3 o 4% de Petit Verdot. Embotellado desde entonces, esta cata vertical es una ventana en el tiempo.

El viñedo Chadwick se encuentra en Puente Alto, Maipo, hoy integrado a los suburbios de la ciudad de Santiago. Fue plantado en 1992 en la fracción que los Chadwick conservaron del Fundo San José donde solía estar la cancha de golf.

Las primeras añadas, hasta la 2004, reflejan cierta indecisión estilística y un viñedo decididamente joven –algo que no escapa a las generales de la ley en el Chile de la época–. Los años que van hasta la 2015 evidencian cada vez más el camino de precisión y madurez que termina de cuajar con la difícil añada 2016. Un año bisagra, frío y lluvioso, en la que los suelos de Maipo recalibran todo el ideario para la región y dan a luz otra paleta de sabores, más fina y precisa.

De ahí en adelante, Viñedo Chadwick es un vino serio en toda regla. Si bien es cierto que el Cabernet de Maipo ganó una reputación de excelencia, no es menos cierto que un ideario y conocimiento sobre un terroir con historia, define las últimas añadas con nuevos estándares. En eso, la cosecha 2018 y 2019 alcanzan un despliegue de matices no alcanzados antes, gracias a la bondad de esos años. La 2020, que fue una añada caliente y anticipada, sin embargo, habla sobre todo de la cualidad de Puente Alto con un manejo preciso del riego.

Viñedo Chadick de la primera añada, la 1999, hasta la última, la 2020. El recorrido revela tanto la finesa del terroir de Puente Alto para el Cabernet Sauvignon, como los pequeños ajustes estilísticos.

La explicación es simple. Los viñedos alcanzan hoy los 30 años y los rendimientos son naturalmente equilibrados, en torno a las 6 toneladas por hectárea. Irrigado por manto en el pasado y actualmente por goteo, el manejo preciso consiste en conseguir la exposición justa del racimo para trabajar las piracinas a la baja sin generar sabores de mermelada o arrope. El equilibrio natural de Puente Alto, con sus suelos de gravas, permite hacerlo con canopias justas, ya que a los 650 metros de altura donde se encuentra la luz no es tan intensa ni tan difusa. La cosecha es manual.

Así, Viñedo Chadwick es un vino que da cuenta de un doble viaje: el de Eduardo Chadwick hacia sus raíces y el del vino chileno hacia nuevas alturas. Cualquier bebedor curioso que tenga la oportunidad de probar alguna de estas 21 añadas no debería dudar: resulta un viaje consistente.

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